Mientras la temporada europea va llegando a su fin, en Argentina la competencia apenas está cobrando impulso.

La Copa Liga Profesional nacional ingresa a su etapa final de play-off luego de la ronda de partidos de la fase de grupos de este fin de semana, mientras que la primera ronda de la Copa Libertadores ya pasó su punto medio mientras los equipos más fuertes de Sudamérica compiten por un lugar en los octavos de final.

Pero si bien aún queda camino por recorrer en ambos torneos, el equipo de Estudiantes de Juan Sebastián Verón está en una posición ideal para afrontar un gran desafío tanto en casa como en el exterior.

Verón vive y respira Estudiantes. Su padre, Juan Ramón, fue un ídolo del club en su época dorada de los años 60 y 70.

El mediocampista vendió su propio lugar en la historia del club cuando levantó la Libertadores en 2009 a la edad de 34 años, habiendo regresado tres años antes después de una etapa exitosa en Europa con equipos como Parma, Lazio, Inter, Manchester United y Chelsea.

Incluso después de colgar las botas, no hubo forma de alejarlo del equipo de La Plata. Apenas seis meses después de retirarse, en diciembre de 2014, Verón obtuvo una victoria electoral aplastante para asumir como presidente de Estudiantes, cargo que ocupó hasta mayo de 2021 cuando, debido a los límites de mandato, pasó a ser vicepresidente en una fórmula unitaria sin oposición encabezada por Martín Gorostegui, aunque aún conservaba un control significativo sobre el funcionamiento diario del equipo.

Su mandato ha sido un gran éxito a nivel institucional (en particular, al completar el venerable estadio local del equipo después de 10 años de exilio debido a remodelaciones), pero ha tenido carencias en el aspecto deportivo, ya que el club terminó sin ganar la Copa Maradona de 2020 tras el receso inducido por la pandemia y un modesto 13.º puesto en la temporada de liga antes del Covid.

Para cambiar las cosas, Verón recurrió a un rostro familiar: de hecho, un viejo amigo de la familia.